Nadie ya me espera en ningún lugar.
Yo tampoco nada espero de vosotros. Y ya nada ansío.
Acaso volver a recobrar la ilusión por el fútbol. Que me emborrache el vino.
Que me parta un rayo.
Aun cuando veo que queda cera por arder. Pero yo ya no me quemo.
Que acabe esto pronto.
Pero no gangrena la carne de cañón.
Siempre firme, siempre tersa.
Siempre dispuesta para el trallazo alevoso.
Sin doblar nunca la espalda,
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